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XIV
Mi alma está
destrozada. Fue rompiéndose de a poco, con cada nueva decepción, cada deseo
marchito. Corroída por el tiempo y las vanas esperanzas, yace mustia entre
telarañas de aire.
Hundiéndome en
el hastío, siento cómo cortan mis alas lentamente, con una sierra sin filo.
Ya no hay
lágrimas que bañen mis mejillas: mis ojos están secos, mi corazón, desierto.
Pero aún sigo
soñando, deseando, y vuelvo a golpearme la cabeza contra la pared. Ahora es la
sangre la que empapa mis mejillas, y las gotas caen una a una sobre el papel en
el que escribo, mezclándose con la tinta, arrugando el papel que fue árbol y
vida, y ya sólo será pulpa en un tacho de basura.
By B.K.